viernes, 9 de mayo de 2014





DON CORNELIO REYES SARCO


Cuando llegamos al colegio él ya estaba ahí, todas las mañanas en la puerta de entrada, vigilando severo que los alumnos  ingresen correctamente uniformados, llamando la atención por alguna muestra de comportamiento inadecuado.

Era el Regente del Colegio, la máxima autoridad del plantel en materia de disciplina, era el responsable del orden, del buen comportamiento de los alumnos dentro y fuera del aula, trabajaba con un equipo de auxiliares que tenían a su cargo la tarea disciplinaria en las diferentes aulas.

En ese entonces cada año tenía su auxiliar determinado, el primero a don Juan Cangahuala, el segundo a Noel Figueroa Morales, el tercero a Víctor Quiñónez Morales, el cuarto a Julio Santamaría Soto y el quinto a cargo del Regente, con el correr de los años fueron incrementándose las aulas y consecuentemente los auxiliares de educación, de ahí que fueron asumiendo esta responsabilidad Abilio Magro, José Tello Alomía, Jaime Mazzei Marisca y Alfredo Omonte Zevallos, quién fue nuestro auxiliar en el quinto de secundaria.

A la hora del recreo se paraba en el centro del patio o en el pasadizo, a la altura de la dirección, desde ahí hacía llegar sus sonoros pitazos ante cualquier situación irregular, en otras oportunidades llamaba la atención con su sonora voz, mencionando el nombre y el apellidos completos de los alumnos, era muy frecuente escuchar ¡Germán Machado Cazorla!, ¡Edwing Bernal Cavalié! ¡Guido Cabrera Herrera! ... naturalmente los nombres correspondían a los más inquietos, pero él sabía nombres y apellidos de todos los alumnos del colegio, tenía una memoria extraordinaria.

Cuando un alumno se excedía en el mal comportamiento era llevado por el auxiliar a la regencia, ahí don Cornelio establecía el castigo, esa vez consistía en quedarse una hora después de la salida, el número de días correspondía a la falta cometida, claro está que previamente tenía que escuchar la filípica de nuestro buen Regente.

Era la expresión de autoridad del plantel, ejercía su función  con sobriedad, usando del consejo, sin excederse en el castigo pero haciendo cumplir la norma, es  bueno decir que  la denominación de su cargo era el de Jefe de Normas Educativas.

Durante todo el tiempo que permanecimos como alumnos él tuvo esa responsabilidad, siempre estuvo muy cerca de nosotros, no sé si más que el mismo Director, del temor que le tuvimos cuando recién llegamos al colegio habíamos caminado una enorme distancia, cuando egresamos de las aulas salimos siendo sus amigos.

Él, como todos los años, se quedó con una pena inmensa en el corazón... Un día ya maduros le escuchamos decir “Cada promoción se va llevando algo de mi pero también me dejan la satisfacción de haber hecho algo por ellos”.

Ahora que los años han pasado y aun cuando ya su silbato está guardado en el silencio interminable, permítanos con nuestro recuerdo rendir homenaje a su memoria.









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