viernes, 9 de mayo de 2014



CUANDO EL COLEGIO NOS RECIBIO


Cuando ingresamos a las aulas leonciopradinas traíamos el caudal de experiencias crecidas en nuestras horas infantiles.

Veníamos con las lecciones de vida aprendidas de nuestros padres y de los primeros amigos del barrio o del plantel donde descubrimos  la lectura  y dar forma gráfica a nuestros pensamientos.

Entonces era muy común que los mayores identificaron al plantel con el nombre de Colegio de Minería, rememorando años pretéritos cuanto tenía esta denominación, fue el año 1933 en que se cambió de nombre por el de Colegio Nacional Leoncio Prado; mas teníamos la convicción de que llegar a sus aulas constituía un factor muy importante para nuestra formación. Escuchábamos hablar con profundo respeto a adolescentes mayores de maestros como Eduardo Boyánvich, Lizardo Guillén Collado, Estanislao Gavidia ,  Ezequiel Castillo Cárdenas, Tomás Figueredo, Héctor Zevallos Orna, Floriano Bernal Echevarría entre muchos otros. Nosotros empezábamos a identificarnos  con esos nombres que más tarde nos serían familiares.

Trajimos nuestra pubertad camino a la adolescencia, unos ingresaron teniendo como primer maestro a don Shapaco Doria,  a Rosas Arteta o a Oscar “Cañón” Ramírez, mas otros lo hicieron directamente a la secundaria donde por primera vez tuvimos para un mismo salón de clase a varios profesores. Gozaban de especial prestigio la Escuela Hermilio Valdizán llamada la Escuela de Huallayco que dirigía don Pedro Egoávil Arteta y la Escuela Daniel Alomía Robles llamada Escuela de San Pedro que dirigía don Rómulo Jerí Castilla. Estos planteles nutrirían las aulas  leonciopradinas.   Con nuestra promoción empezó a crecer la secundaria con un aula más a partir del primero,  que el año 1957 ya tuvo cinco salones, así continuaría los años sucesivos.

Estábamos a la mitad de la década del cincuenta, cuando terminaba su gobierno el General Odría, mientras paseaba triunfante las rutas del país el Cholo Juan Perrys luciendo su coche triunfador llamado el “León de Huánuco”. Los viernes a la serial en el Cine Huánuco para ver al Zorro, a Roy Rogers o la Invasión a Mongo de Flash Gordon.  Los domingos eran para  ver jugar al Zurdo Ordoñez y los caracoles de Soberito. En las noches de los sábados había básquetbol masculino  y femenino en el court interno del colegio. El León de Huánuco era el Club identificado con el plantel, era fácil saberlo desde que entrábamos a la biblioteca y veíamos los numerosos trofeos en las vitrinas de este ambiente, así como porque muchos alumnos de los años superiores jugaban fútbol o básquet, entre ellos estaba Augusto Mercado, Gustavo Medina, Rodolfo Olivares.

Las calles de Huánuco cambiaban la oscuridad por la penumbra a partir de las seis de la tarde con unos focos de 50 vatios que pendían de alambres colgados en las esquinas y a media cuadra. El alumbrado eléctrico provenía de Colpa y era dado a cada domicilio en forma limitada.  La mayoría de las pistas no eran pavimentadas, sólo las del centro de la ciudad.

En la Plaza de Armas y en algunas esquinas estaban colocados los alto parlantes de Radio Publicidad Peruana, cuya cabina de transmisión estaba localizada en los altos de la Municipalidad bajo la dirección de Juan Bueno, el que hacía un concurso educativo llamado “El Chanchito de la Inteligencia” con la participación de alumnos de primaria.

Los de Huallayco nos íbamos al Campo Infantil ubicado en la última cuadra de la Alameda, donde también jugábamos a un costado, después lo haríamos en el Parque Amarilis. Los de San Pedro lo hacían en el campo del Maracaná donde ahora es el Colegio de Las Mercedes. Los de Calicanto y del Centro tenían el campo de Peña y el campo de Ferrari ubicado entre el jirón San Cristóbal y Constitución.

Mientras que para los provincias occidentales del departamento se suscitaba un acontecimiento, la llegada de la carretera a las ciudades de La Unión y Llata, capitales de las provincias de Dos de Mayo y Huamalíes respectivamente.

Vivimos la campaña electoral de 1956, la contienda entre pradistas y odriístas, ahí por primera vez vimos movilizarse por las calles carros con parlantes anunciando a los candidatos o llamando a votar por ellos. Era frecuente escuchar los nombres de Repetto y Pavletich los candidatos más importantes de cada lista, también de José Varallanos y Ernesto Ruiz Rolando candidatos a senadores en contienda. Al final ganaron los pradistas y vimos muchas veces en el colegio, mientras estudiamos,  a José Varallanos y a Pedro Repetto.

Ahí empezamos a conocer lo que pasaba en el país y en el mundo. Nuestra secundaria la realizamos con Manuel Prado Ugarteche en el gobierno, él asumió la primera magistratura  el 28 de julio de 1956. Nosotros lo identificábamos como hijo del héroe del combate de Abtao Mariano Ignacio Prado.  Esa época de estudiantes fue una figura destacada en la Municipalidad  el Ing, Walcker Gustavo Soberón Vélez de Villa, realizó una serie de obras públicas de importancia entre ellas el Malecón Daniel Alomía Robles y el Malecón Centenario Leoncio Prado, La Laguna Viña del Río y la carretera de Pomares. Nunca oímos hablar tan bien de un Alcalde como se hablaba de él en ese tiempo.

Uno de los temas recurrentes en las conversaciones era el de los huaycos en la carretera, eso tenía aislados a los que transitaban la ruta Lima - Huánuco-Pucallpa, pero por sobre todo era una odiseapara los choferes, en gran número huanuqueños, que manejaban los camiones de carga o los ómnibuses de pasajeros, sean de la agencia Bazán o agencia La Perla, que se quedaban en las llamadas trancas de la carretera, hasta que habilitaran la ruta esa vez una trocha carrosable, y de Huánuco a Tingo María con un día de ida y otro de vuelta.

Al otro lado del río estaba la hacienda de Paucarbamba, con sus plantaciones de naranja y caña de azúcar, junto a la orilla del río corría una acequión que proveía de agua a la hacienda de Mitopampa. Entre el río y el canal un pequeño sendero que conducía a la Miel de Abeja, lugar donde hasta ahora la familia Daga tiene un criadero de abejas y tiene establecido un centro apícola. Hasta ahí solíamos llegar con frecuencia los días de vacaciones y también los otros que declarábamos feriados por nuestro albedrío.

Así fue que llegamos por primera vez al colegio, un primer día de abril, vistiendo nuestro uniforme comando. Con corbata y con cristina. Nos ordenaron en columnas por secciones en el patio principal, por orden de talla. Luego la banda de músicos apostada en los pasillos tocó la marcha de banderas y vimos desplazarse a la escolta hasta ubicarse junto al busto de Leoncio Prado. Seguidamente las notas del Himno Nacional que cantamos con sentida emoción. Luego las palabras del Director, en ese entonces el Dr. Juan Guillermo Zela Koort, dando  la bienvenida a los alumnos en este nuevo año académico y saludando a los que por primera vez llegaban a las aulas, fue el primer momento en que me sentí integrado al plantel. Mas el momento emocionante fue cuando al cierre de la ceremonia  la banda tocó el Himno del Colegio que los alumnos de años superiores cantaron, hubo una frase que me quedó grabada de manera tal que a través de ella identifiqué al colegio por siempre: Son los plácidos claustros santuarios … y lo fueron desde ese día hasta cuando me dure la vida. Fue algo así como si me bautizaran de leonciopradino



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